El liderazgo directivo es una pieza clave en la prevención y tratamiento de la violencia escolar. Cuando se habla de violencia escolar y bullying, se ha discutido mucho la importancia de la familia y la transmisión de valores, del relevante rol de los docentes a la hora de advertir y reaccionar frente a la presencia de estos hechos y de la ausencia o poca práctica de programas y políticas diseñadas a nivel central. Sin embargo, muchas veces se olvida lo crucial que es la labor directiva en este tema, tomando en cuenta que un buen liderazgo directivo es un articulador de esas tres instancias.
Lo primero que un director o directora debiera hacer es entender qué es bullying. Los conceptos más cercanos en nuestro idioma serían acoso, matonaje o violencia escolar. Este acoso se caracteriza por una situación de intimidación, ya sea física o psicológica, donde existe una relación de dominio/sumisión entre un agresor (o varios) y una víctima. Además, para que se considere bullying, esta relación debe producirse de manera reiterada y durante un periodo prolongado de tiempo. De esta manera, también podemos definir qué cosas no son bullying. Así, peleas entre iguales, conductas violentas contra material o mobiliario escolar, indisciplina o disrupción dentro y fuera del aula, no cabrían dentro de la categoría.
Una vez que se ha comprendido qué es el bullying, un buen segundo paso es diagnosticar la situación de su colegio. Ojalá preguntar a los alumnos si experimentan o conocen situaciones de bullying, y a los apoderados si han sido informados de posibles maltratos. También es bueno consultar a los docentes si han presenciado en el aula conductas de esta clase. (Ver recomendaciones al final).
Con un sistema de diagnóstico, el establecimiento podrá formarse una idea de cuan extendido se encuentra el problema y así desarrollar una estrategia para enfrentarlo, con el fin último de prevenir casos. Pablo Madriaza, psicólogo experto en el tema, advierte la importancia de un plan de intervención específico para tratar el tema y no dejarlo a merced de soluciones improvisadas de momento, el cual, además debiera involucrar a toda la comunidad: “un plan de acción coherente (dice) no se centra exclusivamente en los estudiantes sino en toda la comunidad escolar, lo que incluye por cierto la gestión directiva y los planes de contingencia frente a denuncias de esta naturaleza”.
Es por esto que sistemas y políticas formales e institucionales deben ser absolutamente necesarios. Los establecimientos tienen que tener procedimientos establecidos que aseguren un trato justo a todos los involucrados y que permitan soluciones adecuadas. Un buen plan de acción debiera, primero que nada, establecer espacios de diálogo con todos los implicados en situaciones de bullinyg: “(el equipo directivo) …debiera escuchar primero a todas las partes, no evitar el problema (dar crédito a la victima y no enjuiciarla), no actuar a la defensiva y dirigir las acciones de acuerdo a las líneas de intervención que se tiene, y si no se tienen aprovechar la oportunidad para establecerlas, mostrando a la comunidad que existe una postura clara frente al fenómeno y que se realizarán acciones coherentes para evitarlo”, explica Pablo Madriaza.
Un punto importante, en términos de buen liderazgo directivo, al momento de planificar estrategias para enfrentar el problema, es la coherencia con los valores institucionales. Tener como fundamento, para cualquier plan de acción, al Proyecto Educativo Institucional (o la misión y visión) es una buena práctica, pues permite crear sentido de pertenecía, formar identidad y construir confianza con el colegio. Además, fortalecer el sentido de comunidad ayudará a prevenir casos.
Otro aspecto relevante es la actitud de los equipos directivos. Una reacción bastante común es negar el tema. Andrés Carter, director del colegio certificado Santa Luisa de Concepción, plantea que lo peor que puede hacer un director es cerrarse al tema y pensar que no ocurre. También advierte la importancia de políticas claras y preestablecidas: “Nosotros tenemos un procedimiento escrito, que implica diagnósticos por la orientadora y psicopedagoga, y posteriores seguimiento al caso”.
Finalmente, cabe destacar que la importancia de este tema no sólo radica en el valor de un ambiente libre de agresiones para mejorar las condiciones de aprendizaje, sino que la sana convivencia es un imperativo para una vida democrática sólida y saludable.
Recomendaciones hacia los directivos para enfrentar el bullying:
Reunirse con la víctima de acoso y con sus apoderados, proporcionando un espacio seguro y de anonimato. Dar crédito a la víctima y no enjuiciarla.
Reunirse con el agresor y sus padres. Evitar el etiquetamiento y no actuar con prejuicios.
Realizar un diagnóstico de las agresiones y de los involucrados a través informes de psicopedagogos y/o orientadores del establecimiento.
Tomar las medidas correspondientes según políticas preestablecidas, basadas en el PEI:
• Medidas disciplinarias
• Constancia en archivos del estudiante
• Judicialización del caso (sólo en situaciones extremas. El escenario ideal es que la escuela resuelva estos temas)
• Otras según corresponda
Mantener una política, y sus respectivos canales, para reportar casos. Deben asegurar confianza, anonimato y ser adecuadamente difundidos y conocidos por toda la comunidad.
Realizar campañas de concientización y sensibilización como forma de prevención y discusión del tema. Deben involucrar a toda la comunidad.
Estar atento a planes y políticas provenientes de instituciones oficiales
Efectuar capacitaciones a los docentes en temas de convivencia escolar.
Considerar las mediaciones entre pares: involucrar a los propios alumnos para prevenir casos.
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