Si nos detenemos en una historia de amor veremos que hay un hilo conductor que la conecta a varias otras.
Así, para este día de San Valentín, recorrimos el hilo conductor entre diferentes obras de arte de épocas disímiles, a partir de Peleas y Melisenda, pieza teatral escrita por Maeterlinck a fines del siglo XIX y muy popular en su tiempo.El drama Pélleas et Melisanda (en francés) cuenta la historia de dos desdichados amantes que se conocen porque ella está casada con Golaud, el hermano de él. Golaud no llega a ser cornudo en el drama, sólo porque los otros dos confiesan el amor que sienten uno por el otro al final, un poco antes de que el marido celoso dé muerte a su hermano de un espadazo. En cuanto a Melisenda, la pobre está embarazada de Golaud cuando presencia la muerte de Peleas, y muere un poco después al dar a luz. A todo esto, Peleas y Golaud son nietos de Arkel, rey de Allemonde, país inventado por el autor.
Peleas y Melisenda fue una obra muy popular a fines del siglo XIX y comienzos del XX, al punto que llegó a inspirar varias obras musicales de algunos de los compositores más importantes de su tiempo. La más famosa de todas fue la ópera de Debussy, que dividió por un rato el mundo cultural parisino entre detractores y defensores. Mientras tanto, luego de que Debussy declinara la oferta por estar ocupado en la composición de la mencionada ópera, Gabriel Fauré recibió el encargo de hacer una música incidental para orquesta, para acompañar la presentación de Peleas y Melisenda, que se exhibía con gran éxito en las salas de teatro.
El compositor finlandés Jean Sibelius también se dejó seducir por la historia y compuso una obra para orquesta inspirado en ella. A su vez, entusiasmado por Richard Strauss, el compositor austriaco Arnold Schoenberg hizo su propia versión en 1903, que a la postre resultó ser el único poema sinfónico que compuso en toda su vida. Claro, en su caso la obra se llamó Pelleas und Melisenda (en alemán).
El infortunio de los amantes descritos por Maeterlinck tenía precedentes. En efecto, el escritor belga se inspiró en un episodio de La Divina Comedia donde Dante, de visita en el infierno, se encuentra con Francesca de Rimini que aún sufriendo las penas infernales continúa enamorada de Paolo. Francesca fue un personaje real, contemporánea de Dante, asesinada junto a su amante Paolo Malatesta por el hermano de este último, que los sorprendió in fraganti.
Conmovido, Dante le pregunta (estamos hablando de La Divina Comedia) a la joven cómo había comenzado el romance con su cuñado, a lo que ella responde que fue mientras leían juntos sobre el romance de Lancelot y Ginebra. Imitando el pasaje literario que leían, justo cuando Lancelot besa a Ginebra, Paolo hizo otro tanto con Francesca: “aquel día no leímos más” le dice ella a Dante. Claro, desde entonces se dedicaron a darse besos, hasta que el marido tomó cartas en el asunto.
El amor entre Lancelot y Ginebra forma parte de la saga del Rey Arturo, y es por desgracia, otro triángulo. Lancelot era uno de los caballeros de la Tabla Redonda y por tanto, fiel amigo del rey. Pero terminó enamorándose de la reina y para más remate, esta correspondía a sus sentimientos.
Empezamos por Peleas y Melisenda, que nos condujo a La Divina Comedia de Dante y de ahí, pasando por la historia verdadera de Francesca de Rimini, llegamos al Rey Arturo. Mejor detengámonos en este momento, o la teleserie amorosa que la literatura teje todo el tiempo nos terminará llevando quizás a qué recoveco del fondo del alma humana.
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