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domingo, 4 de noviembre de 2012

La consecuencia más peligrosa del estrés y Burnout en el profesor: la desmotivación hacia la docencia



El estrés crónico docente ya está reconocido como un grave problema ¿Cuáles son los “estresantes", los elementos que la provocan? A partir de allí se puede pensar en acciones para luchar contra el mal.


La prevención del síndrome de burnout y en general de situaciones de estrés laboral, ha de abordarse desde un punto de vista motivacional. Ford afirma que la motivación es un producto de elementos de valor (metas), elementos de control (creencias, expectativas y atribuciones) y elementos afectivos (emociones).

Las diferentes dimensiones señaladas en el síndrome de burnout no hacen sino hablarnos del desarrollo de un déficit motivacional, favoreciendo la aparición de:

■ expectativas negativas en cuanto a su capacidad profesional y bajas creencias de competencia (baja realización personal);

■ emociones negativas hacia todo lo que implica el desarrollo de su actividad profesional (agotamiento emocional);

■ sensación de escaso control y de baja implicación y autonomía en su actividad profesional (despersonalización).
 

Como se podrá deducir, las consecuencias de este tipo de problemáticas psicoafectivas afectan no sólo al profesor como individuo, sino que son altamente perjudiciales para el funcionamiento de toda la comunidad escolar. Por tanto, cualquier intervención que se lleve a cabo debe atender tanto a la figura del propio profesor como al entorno en el que trabaja y a la relación que entre ambos se produce.
 

En referencia a la temática que aquí nos ocupa, esa relación entre el profesor y su entorno de trabajo se traduce en tensión y, a su vez, esa tensión se asienta sobre elementos potencialmente estresores ya mencionados y que configuran unas condiciones laborales desfavorables: ausencia de autoridad en el aula, problemas de relación con los padres de los alumnos, ausencia de autonomía y de participación en la toma de decisiones, etc.
 

En palabras de Gil-Monte y Peiró es necesario abordar el estudio del estrés laboral y del “síndrome de quemarse por el trabajo” desde una perspectiva macroanalítica –que supone analizar factores de riesgo en una organización como potenciales estresores– y desde una perspectiva microanalítica –analizando por tanto procesos internos del individuo–, desarrollando medidas adecuadas de las percepciones, creencias, expectativas y emociones que se consideran indicadores de la presencia de trastorno. Todo ello en el marco de estudios de carácter longitudinal, que ayuden a comprender el carácter procesual de estos trastornos y sus formas de desarrollo. Veamos a continuación cada uno de estos aspectos.



Factores que intervienen en el desarrollo del estrés docente y del síndrome de burnout
El análisis de estos trastornos requiere atender en primer lugar a la persona que los padece o que posiblemente puede padecerlos, al entorno en el que trabaja y a la relación –tensión– que se establece entre ellos. En consecuencia, hay que distinguir entre esa relación de tensión –elementos estresores y persona que los padece– y la reacción ante esa tensión –mecanismos y estrategias de afrontamiento–. A continuación se expone cada una de estas cuestiones.
 

Elementos estresores
Como variables que pueden suponer fuente de estrés para el profesor, se han señalado:
■ conflicto de rol;
■ ambigüedad de rol;
■ ambiente de control;
■ sobrecarga de trabajo (cuantitativa y cualitativa);
■ deterioro de las relaciones con colegas y directivos;
■ sobrecarga de contactos;
■ déficits de formación;
■ factores individuales;
■ problemas con los estudiantes;
■ dismimución del respeto social por la enseñanza;
■ reformas.
 

Se entiende que estas variables pueden desencadenar procesos de estrés en el profesor y por extensión el desencadenamiento del “síndrome de quemarse por el trabajo”. Por ello, los análisis que de estas variables se han hecho han tenido como objetivo encontrar las correlaciones de cada una de ellas con las dimensiones que se han señalado como componentes del burnout.

En referencia a la primera variable, el conflicto de rol, las investigaciones muestran una alta correlación con respuestas de carácter emocional –índices de hasta r=.70–, es decir, con la dimensión de agotamiento emocional del síndrome de burnout.


El conflicto puede ser generado bien por la percepción de enfrentamiento entre metas y valores individuales y laborales o por el enfrentamiento entre demandas referidas a diferentes roles. En referencia al contexto académico y a la profesión docente, esta circunstancia puede ser experimentada por el profesor cuando la existencia de relaciones conflictivas con el alumno impide desarrollar adecuadamente la labor docente. El profesor puede, ante una situación de indefensión personal, adoptar un papel de instructor, sacrificando el desarrollo de una labor educativa real, ante la imposibilidad de contar con la colaboración del alumno. De igual modo, la experiencia de conflicto de rol aparece asociada a una ausencia de coherencia entre las metas individuales y las metas de la institución educativa, debida a una baja identificación personal con el ideario de aquélla, y lo que ese ideario conlleva en la realización diaria de su trabajo como docente.
 

La ambigüedad de rol aparece asociada a la dimensión de realización personal. El profesor percibe que no existe claridad ni precisión en aquello que se espera de él como docente. Es por ello que afecta a sus percepciones de competencia, ya que se siente incapaz de realizar bien su trabajo, porque no sabe exactamente qué es lo que debe hacer y lo que se espera de él. Este es el planteamiento que comparten Ryan y Deci desde la Teoría de la Autodeterminación (2000), cuando afirman que la no satisfacción de alguna de las necesidades psicológicas básicas, como es la competencia, genera estrés y desmotivación.
 

En tercer lugar, elevados niveles de control se han perfilado también como una variable potencialmente estresora por el efecto negativo que posee en la percepción de autonomía del profesor y en el nivel de implicación y de compromiso con el trabajo. De acuerdo con los teóricos de la autodeterminación, la autonomía constituye una necesidad psicológica básica que afecta de manera directa al nivel de internalización de conductas que inicialmente se hallan controladas por elementos de carácter extrínseco. En este sentido, se ha observado que los profesores con baja percepción de autonomía tienden a desarrollar un locus de control externo, que afecta de forma negativa a su grado de implicación en el trabajo cuando no están presentes las medidas de control, especialmente en el logro de objetivos de carácter colectivo, y se muestran más propensos a desarrollar cuadros de estrés. En el día a día del aula, el escaso respeto que muchos alumnos manifiestan hacia la figura del profesor ejerce como elemento de control externo que impide al profesor implicarse de manera plena en su trabajo.


Otro de los aspectos señalados como una de las principales fuentes de estrés en profesores es la sobrecarga de trabajo, tanto desde una perspectiva cuantitativa como cualitativa. El deber de realizar un elevado número de tareas de alta responsabilidad, obtener buenos resultados, y además en un plazo breve de tiempo, puede resultar estresante en tanto que el profesor percibe que no va a ser capaz de hacer frente a todas las demandas que se le exigen. Constituye así una percepción de desproporción entre lo que él considera que es capaz de hacer y lo que se le exige. Por tanto el desarrollo de esta creencia, es per se, una vivencia estresante.


De manera más específica, la responsabilidad del trabajo del profesor es el elemento que más influye en el desarrollo de respuestas emocionales negativas y en la posibilidad de experimentar estrés. El profesor es consciente de que una baja calidad en su trabajo, la obtención de resultados negativos, no le afecta exclusivamente a él, sino que revierte en el bienestar de otras personas. Es por ello que anteriormente se señalaba que son las profesiones de carácter asistencial, en especial aquellas relacionadas con la sanidad y la docencia, las que muestran mayores probabilidades de desarrollar estrés prolongado e incluso crónico y síndromes como el referido.


También en este caso es la percepción de desproporción entre las demandas y la propia capacidad la que desencadena emociones y actitudes relacionadas con el estrés. Las investigaciones muestran relaciones significativas entre el agotamiento emocional como dimensión del burnout y la sobrecarga laboral. Sin embargo, y de acuerdo a la perspectiva teórica actual en el estudio del estrés docente y el “síndrome de quemarse por el trabajo”, la percepción de sobrecarga laboral, constituye un elemento estresor en tanto que favorece el desarrollo de bajas creencias de capacidad, como consecuencia de las elevadas exigencias y la desproporción que se percibe entre lo que uno puede ofrecer, y los recursos de que dispone, que principalmente se manifiesta a través de la expresión de emociones de carácter negativo hacia el trabajo y hacia las personas con las que se trabaja. Por tanto el sentimiento de baja realización personal constituye de nuevo, al igual que reflejaba el modelo alternativo de Gil-Monte, el antecedente principal de los sentimientos de agotamiento emocional.


Si bien en las últimas líneas se ha insistido en la dimensión cognitiva del estrés docente y sus manifestaciones, hay que atender a factores de carácter socioafectivo para comprender la naturaleza de estos trastornos. Por este motivo, otro de los elementos que Smylie señala como fuente generadora de estrés en los profesores hace referencia a las relaciones que éste mantiene con los colegas, directores y alumnos, es decir, con su entorno de trabajo.

En este sentido, al igual que la percepción de baja capacidad para responder con calidad a las exigencias que impone el trabajo, la ausencia de apoyo social y de reconocimiento por parte de los otros significativos constituye una cuestión clave en el desarrollo de trastornos psicoafectivos en el trabajo. Hay autores que incluso hablan de estrés intrapersonal y estrés interpersonal (Jilks, 2002). Los expertos afirman que existe una relación significativa y positiva entre la existencia de estructuras de apoyo social en la institución educativa y el desarrollo de altas creencias de eficacia en el profesor, alta satisfacción laboral y tiempo de permanencia en la enseñanza, actuando como mediadoras del posible efecto estresor de las variables anteriormente señaladas.


Se observa además una relación negativa entre la existencia de apoyo social, niveles de comunicación fluidos, relaciones interpersonales positivas con los colegas, directivos y alumnos, sistemas de reconocimiento, oportunidades para mostrar la valía profesional, etc., y la manifestación de las tres dimensiones del síndrome de burnout, especialmente con el desarrollo de sentimientos de agotamiento emocional.
 

En relación con el factor sobrecarga de contactos, es importante tener en cuenta que el trabajo docente exige un contacto directo con personas, y en muchas ocasiones este contacto puede ser desagradable y doloroso. El profesor mantiene contacto con los alumnos, con los padres, con otros profesores. Se encuentra en definitiva en la tesitura de responder ante muchas personas del trabajo que realiza, y la sombra del fracaso puede planear sobre él generando tensión emocional bajo la que difícilmente puede desempeñar un trabajo de calidad.


Este temor a fallar, a no estar “a la altura”, se agudiza en la figura del docente ante los denominados déficits de formación que muchos de ellos declaran sentir; otra de las variables señaladas por Smylie como estresora. Cuando se trabaja con adolescentes, estos déficits son especialmente evidentes en relación con cuestiones educativas actuales que en muchas ocasiones es necesario abordar. La ausencia de formación en este sentido, puede dañar las creencias de competencia del profesor como tal, que en muchas ocasiones derivan en conductas de indefensión y abandono.
 

Dado que el elemento principal de la vivencia de estrés y del síndrome de burnout es una interpretación subjetiva de aquél que experimenta esa vivencia, señalan los factores individuales del profesor como otro de los elementos de riesgo en este contexto. Determinadas características personales como un carácter inflexible, debilidad psicológica, timidez, etc., pueden “ayudar” a la vivencia de estrés. En páginas anteriores se ha aludido a la importancia que determinados patrones de conducta poseen como mediadores en la generación y percepción de estrés. Concretamente, parece que la personalidad de tipo A “favorece” la vivencia de estrés.


La presencia de estas características en la personalidad del docente impide también una adecuada relación con los alumnos, más aún teniendo en cuenta que la mayoría de los docentes señalan como uno de los factores que mayor estrés desencadenan la falta de disciplina y los problemas actitudinales que presentan muchos alumnos. Por eso, otro de los factores que puede generar estrés en el profesor son los problemas con los estudiantes, que derivados de la creación de relaciones interpersonales negativas pueden desencadenarse. El profesor siente que la situación escapa a su control y eso genera frustración y sentimientos de baja competencia en él que, como se ha señalado con anterioridad, se encuentran en el corazón del síndrome de burnout (Maslach y Jackson).

 Estas y otras actitudes problemáticas a las que el profesor ha de hacer frente en la actualidad de los centros de enseñanza constituyen el reflejo de un cambio de mentalidad social, en la que él ha dejado de ser la autoridad moral de antaño. Así, y como ya se ha adelantado líneas atrás, se habla de la disminución del respeto social por la enseñanza como otro de los potenciales factores desencadenantes de estrés.


Finalmente, a todo lo anterior hay que añadir las continuas reformas y cambios que en la realidad educativa están aconteciendo en los últimos años. El profesor se encuentra ante la tesitura de nuevos objetivos que cumplir y nuevos papeles que desempeñar:

“Las innovaciones conllevan cambios en los programas, preparación de nuevos curriculum, métodos de enseñanza y prácticas educativas. Y requieren tiempo, que es lo que le falta al profesor, para reflexionar y adaptarse a las nuevas situaciones. Los cambios retan las creencias, los valores y la cultura del profesor. Implican retos emocionales y cognitivos, pérdida y necesidad de redefinición de la profesión”.

De hecho, llama la atención que en una publicación reciente sobre el síndrome de burnout muchos de los capítulos se refieran al desarrollo del estrés docente en un contexto de reforma.

Tras lo expuesto, es difícil adoptar una actitud positiva y optimista, puesto que no parecen cuestiones que sea posible solucionar a corto plazo, ni que puedan establecerse pautas precisas y seguras para ello. Pero ¿qué hacer entonces? apunta que precisamente estas situaciones caracterizadas por el desequilibrio han de contemplarse bajo el prisma de nuevas posibilidades profesionales y de oportunidad de reflexión. De hecho, en la literatura especializada se señala que, en ocasiones, el estrés, cuando es bajo o moderado, puede actuar como activador de la conducta –eustress– y desencadenar incluso consecuencias positivas en este sentido.

Lo que sí se requiere es proporcionar el entorno adecuado para facilitar en el profesor esta actitud de afrontamiento, porque de lo contrario conseguiríamos el efecto inverso. Por ello es preciso proveer al profesor de las estrategias de afrontamiento necesarias para modificar aquellos patrones de pensamiento, afecto y acción que faciliten la aparición del estrés y de trastornos asociados. En el siguiente epígrafe trataremos de analizar cuáles son esas estrategias en las que es importante entrenar al docente para hacer frente a situaciones potencialmente estresoras.





Extraído de
Estrés y desmotivación docente: el síndrome del “profesor quemado” en educación secundaria
Autora
Marta Silvero Miramón
Directora de Formación. Fundación Laboral de la Construcción Navarra

sábado, 3 de noviembre de 2012

Estrategias de afrontamiento del estrés: la creación de una “mentalidad de éxito”



Ante la realidad que el estrés docente es un problema profesional ¿Qué actitud se debe tomar? ¿Qué medidas proponer? Se trata de cortar un “círculo vicioso” y convertirlo en “virtuoso”. Nada de esto es fácil, pero por su importancia, se hace imprescindible conocer y actuar.



Las características y consecuencias de los recursos de afrontamiento van a marcar la gravedad de la influencia de los estresores. Así, la investigación sobre el burnout señala que la dimensión de despersonalización se perfila como una estrategia de afrontamiento en la fase inicial del síndrome, puesto que puede mitigar la percepción de baja eficacia e incapacidad, trasladando la responsabilidad del aparente fracaso a los destinatarios del servicio. Los efectos de esta actitud de enfrentamiento y rechazo hacia los alumnos en el caso del profesor son, a largo plazo, altamente perjudiciales para la satisfacción y motivación docentes, y especialmente para el desarrollo de patrones de indefensión y daños en la autoestima.


Igualmente la retirada del compromiso profesional respecto a determinadas actividades, ante por ejemplo, una percepción de sobrecarga de trabajo, constituye en un inicio y a corto plazo, una forma de afrontar esa incapacidad de hacer frente a las demandas laborales. Sin embargo, con el tiempo, lo que el profesor experimenta es un aumento de la percepción de sobrecarga laboral y consecuentemente, mayores niveles de estrés. Esta ha sido la actitud de muchos profesores ante la falta de reconocimiento por su labor docente.


Estas estrategias de afrontamiento negativo, como tales, tienen consecuencias negativas para el profesor. ¿Cómo pueden desarrollarse por tanto estrategias de afrontamiento positivo? ¿Cuáles son las variables que intervienen o influyen en su formación? ¿Cómo podemos hacer ver al profesor la situación de crisis como una oportunidad para su propia mejora personal y profesional?


Ya se han señalado las relaciones interpersonales del profesor con su entorno de trabajo como una de las variables moderadoras de la percepción de estrés. Concretamente, la relación del profesor con sus alumnos constituye uno de los elementos esenciales sobre los que se asienta la capacidad de afrontamiento de situaciones de conflicto y de estrés en el entorno académico.


Por tanto, el grado de conexión afectiva que el profesor y el alumno posean y la percepción de apoyo que el profesor perciba en su entorno de trabajo, constituyen factores de tal relevancia que incluso han llevado a los expertos a hablar de estilos de apego, también en el ámbito académico, referidos no sólo al desarrollo infantil sino también al adulto. A este respecto, existen investigaciones que señalan el grado de conexión afectiva1 como un factor decisivo en la capacidad de afrontamiento y en el desarrollo de estrategias positivas en el profesor ante situaciones de conflicto. Así, el profesor que posee un grado de conexión segura con su entorno –colegas, directivos, alumnos–, se muestra más confiado en poder hacer frente a situaciones conflictivas, a superar los obstáculos y a mostrar una actitud positiva de trabajo en equipo y de cooperación para la resolución de esos conflictos, así como a buscar ayuda cuando lo necesite. La solución pasa por una acción no sólo correctiva, sino preventiva ante elementos que avisen de la potencial existencia de estrés, en la que, además, se ha de implicar toda la comunidad educativa.


En consecuencia, la provisión de estructuras de apoyo afectivo, que valoren y reconozcan el trabajo del profesor y que a su vez sean capaces de responder a las necesidades que éste puede presentar, constituyen un elemento esencial en el desarrollo de estrategias de afrontamiento positivas en el profesor, y en el mantenimiento de su implicación, compromiso y motivación hacia las tareas que realiza. Es preciso por ello, concienciar a toda la comunidad educativa de la importancia de fomentar ese apoyo y de que así lo perciba el profesor. De este modo se facilita la expresión afectiva del profesor, que como anteriormente se ha señalado, en el caso concreto del síndrome de burnout es esencial, dado que la manifestación de emociones negativas puede alertar de la existencia de estrés.


El profesor se sentirá así capaz de responder a las demandas de su trabajo y, pese a la dificultad de las tareas, mostrará mayor persistencia en su realización. De este modo, existirá menor tendencia a desarrollar bajas creencias de eficacia ante elementos estresores como el conflicto de tareas o la sobrecarga de trabajo, y por tanto menor probabilidad de desarrollar sentimientos de baja realización personal o estrategias de evitación negativas como las referidas, y en consecuencia de manifestar estrés crónico y síndromes asociados, como el burnout.


Otro de los aspectos esenciales, sino el principal que habría que trabajar para ayudar al profesor ante situaciones de estrés, son las percepciones de competencia y la formación de expectativas de eficacia positivas, por considerar estos elementos como claves en el desarrollo de estos trastornos. De hecho, parece que el sentimiento de competencia es una cuestión a la que todo profesional otorga una importancia esencial en relación con la actitud con la que se enfrenta a su trabajo, y con la satisfacción y motivación que muestra hacia él. No en vano, los modelos teóricos en torno al burnout señalan el sentimiento de baja eficacia profesional como el corazón de este síndrome. Así, los primeros estudios sobre estrés ocupacional y burnout ya dejan constancia de la importancia que para la motivación en el trabajo tiene el sentirse competente en las actividades que uno realiza, sentir que se es capaz de lograr éxitos.


A este respecto, Douglas Hall habló del ciclo del éxito psicológico, para referirse a un conjunto de actitudes y creencias caracterizadas por la confianza en la propia competencia, la búsqueda de metas desafiantes, alto compromiso e implicación en el trabajo, alto rendimiento y niveles de logro, y en consecuencia, alta satisfacción y motivación hacia el trabajo. Así mismo, por contraposición al anterior, se refirió al fracaso psicológico como una de las características propias de trastornos psicoafectivos en los trabajadores, definida como sigue:

■ ausencia de implicación emocional en el trabajo, que se manifiesta en un descenso de los propios estándares de rendimiento y en actitudes de apatía y pasividad;

■ mayor valoración de las recompensas materiales en detrimento de las recompensas de carácter intrínseco;

■ puesta en marcha de mecanismos egodefensivos;

■ enfrentamiento con la institución en la que se trabaja;

■ abandono del trabajo.


De este modo, Hall, quizás sin saberlo, estableció las bases de lo que sería el modelo teórico y empírico del “síndrome de quemarse con el trabajo” desarrollado después por Maslach y Jackson  y por Leiter. Por tanto, la principal consecuencia motivacional del estrés y del síndrome de burnout ha de señalarse en referencia a las creencias de eficacia. Así, en líneas generales, lo que diferencia a un profesor estresado de uno que no lo está o que presenta niveles de estrés positivos, es su actitud ante el trabajo, y más concretamente la creencia de que puede hacer frente de manera adecuada a las demandas que éste le plantea. En terminología de Hall, una mentalidad de éxito o de fracaso ante la actividad profesional.


Es esa mentalidad de éxito, son esas creencias de autoeficacia positivas, son esos afectos positivos que favorecen las interrelaciones positivas con los alumnos y el entorno de trabajo lo que hay que fomentar en el profesor como principales armas para combatir el estrés laboral.


En consecuencia, de acuerdo al concepto motivacional que en este trabajo se ha planteado, los componentes de valor, de control y afectivos, como componentes motivacionales, poseen una relación multiplicativa entre sí, por lo que modificaciones en uno de ellos, suponen también cambios en los demás y en las relaciones que se establecen entre cada uno de los procesos.


A modo de conclusión
Puede concluirse que el estrés docente y el síndrome de burnout están asociados a una baja motivación intrínseca, como consecuencia del desarrollo de bajas creencias de eficacia y del rechazo de metas que impliquen desafío y posibilidad de mejora y formación. El profesor, al considerar que no es capaz de realizar su trabajo, no se implica en el logro de objetivos, y no recibe la recompensa del éxito y no se siente motivado.


Por el contrario, la ausencia de trastornos psicoafectivos o la presencia de niveles moderados –positivos– de estrés, facilitan el mantenimiento de altas creencias de eficacia y por lo tanto la implicación y el compromiso con metas aunque sean de un elevado nivel de dificultad. El profesor persiste e invierte esfuerzo en el logro de sus objetivos porque se cree capaz de alcanzarlos. El fracaso es considerado como una oportunidad para la mejora. El éxito proporciona el refuerzo y la satisfacción por el trabajo bien hecho. Aumenta así la motivación docente y se favorece la creación de expectativas de éxito futuras: “el éxito genera éxito”.


Ahora bien, como también afirma Hall la formación de esa “mentalidad de éxito”, de unas altas creencias de eficacia y competencia profesionales, depende también del impacto de determinadas condiciones ambientales tales como:

■ provisión de oportunidades de desafío y mejora profesional;

■ apoyo a la autonomía;

■ procesos de feedback;

■ sistemas equitativos de reconocimiento y recompensas.


Es decir, depende del apoyo al desarrollo y a la demostración de la competencia, de la participación activa en las decisiones que atañen a la actividad profesional, y de un hacer autónomo, así como del apoyo afectivo que proporcionen las instancias implicadas en el entorno profesional. En terminología herzbergiana, con el profesor hay que llevar a cabo un job enrichment, que pasa por mejorar la propia actividad profesional haciéndola más atractiva para quien la realiza, a través de una mayor provisión de actividades que impliquen desafío, confiando y delegando responsabilidades en el docente, proporcionándole unidad a su trabajo y facilitando que pueda ver los resultados de su propia actividad.

En definitiva, existe una relación inversamente proporcional entre la satisfacción de las tres necesidades psicológicas básicas –competencia, autonomía y conexión afectiva– y la experiencia de estrés. No se entiende el fomentar un entorno de apoyo al profesor si no es para beneficiar su percepción de competencia y aumentar así su satisfacción en el trabajo. De igual modo, ¿de qué sirve que un profesor se sienta competente si percibe falta de apoyo y de comprensión en el entorno en el que trabaja? No somos sistemas autosuficientes; necesitamos de los otros para desarrollar nuestra identidad, personal y profesional. Somos seres sociales y como tales no podemos vivir al margen de aquello que nos rodea.



Por tanto, “Los factores tanto intrínsecos como propios del entorno en el que se desarrolla la actividad profesional, que fomentan los sentimientos de éxito y competencia, reducen la probabilidad de manifestación de burnout; mientras que los factores que promueven sentimientos de incapacidad y fracaso, facilitan la manifestación de los síntomas propios del burnout”.


En síntesis, las estrategias de afrontamiento del estrés en las que se ha entrenar al docente, han de atender a tres frentes principales:

■ la percepción de competencia;

■ el sentimiento de autonomía en el trabajo;

■ la percepción de conexión afectiva con el entorno de trabajo.■





Extraído de
Estrés y desmotivación docente: el síndrome del “profesor quemado” en educación secundaria
Autora
Marta Silvero Miramón
Directora de Formación. Fundación Laboral de la Construcción Navarra


miércoles, 24 de octubre de 2012

Cómo podemos prevenir el “burnout”?

Cómo podemos prevenir el “burnout”? ¿Qué podemos hacer, a nivel individual y social? ¿Cuáles son las estrategias individuales? ¿Qué es posible hacer a nivel de organización?



Estrategias de prevención e intervención
Generalmente, los trabajos de investigación que han estudiado el burnout se han centrado en su descripción, en la delimitación de las variables facilitadoras, en la descripción de las consecuencias del síndrome o bien en el análisis estadístico de los instrumentos de medida del mismo.



Alvarez y Fernández clasifican en dos categorías los distintos estudios revisados en su trabajo sobre la prevención y el tratamiento del burnout: la prevención primaria, que engloba aquellos estudios que aportan propuestas sobre aspectos que han demostrado experimentalmente ser relevantes para prevenir el síndrome, y la secundaria, que engloba estudios que comparan técnicas de intervención.

Otros autores han concluido que la forma más eficaz de enfocar la prevención y el tratamiento del burnout se orienta hacia la intervención tanto a nivel individual o personal como social y organizacional.



Estrategias individuales
Los profesores pueden afrontar la situación y sus consecuencias poniendo en práctica ciertas habilidades y estrategias útiles. De hecho, constituye un planteamiento preventivo y de tratamiento el fomentar y promover la obtención de algunas estrategias que aumenten la capacidad de adaptación del individuo a las fuentes de estrés laboral. La capacidad de adaptación y el afrontamiento constituyen una función de múltiples factores personales.



Lazarus y Folkman han divulgado el uso de las estrategias de coping y los esfuerzos tanto conductuales como cognitivos que realiza el individuo para dominar, reducir o tolerar las exigencias creadas por las transacciones estresantes. Afirman que las respuestas de afrontamiento pueden ser adaptativas, al reducir el estrés y promover estados de salud a largo plazo, o de inadaptación, en cuyo caso aunque pueden reducir el estrés a corto plazo pueden tener consecuencias graves a largo plazo. En esta misma línea, Labrador y Sandín han puesto de manifiesto que la tensión se puede controlar bien sea modificando directamente la activación fisiológica inicial y su mantenimiento, o modificando los efectos que los pensamientos, las situaciones o las conductas tienen sobre ella.



En la bibliografía revisada hemos encontrado algunas clasificaciones de estrategias individuales para la prevención y el tratamiento del estrés laboral y el burnout, y algunas comparaciones entre los beneficios de cada una de ellas. En este sentido, Ivancevich y Matteson hacen una clara distinción entre los entrenamientos dirigidos a la adquisición de estrategias instrumentales para afrontar el estrés y aquellos encaminados a la adquisición de destrezas para el manejo de las emociones. Entre los primeros, destacan por su efectividad el entrenamiento en solución de problemas y el entrenamiento en asertividad y en manejo eficaz del tiempo.



Buendía y Ramos han diferenciado entre las actividades dirigidas a la adquisición de estrategias de carácter paliativo y las dirigidas a la adquisición de estrategias instrumentales, mientras que Gil-Monte y Peiró han señalado que el empleo de estrategias centradas en el problema previene el desarrollo del síndrome y que las estrategias de evitación-escape, centradas en la emoción, facilitan su aparición. Nosotros hemos optado por clasificar las estrategias individuales en técnicas fisiológicas, conductuales y cognitivas.



Técnicas fisiológicas
Están orientadas a reducir la activación fisiológica y el malestar emocional y físico provocado por las fuentes de estrés laboral. Entre otras, destacan las técnicas para la relajación física, el control de la respiración y el biofeeback.



En cuanto a las técnicas de control de respiración, Labrador explica que las situaciones estresantes provocan respiración rápida y superficial, lo que implica un aumento de la tensión general del organismo. Estas técnicas consisten en facilitar al individuo el aprendizaje de una forma apropiada de respirar para que en situaciones de estrés pueda controlar su respiración de forma automática lo que le permitirá una adecuada oxigenación del organismo.



Técnicas conductuales
El fin de estas técnicas es conseguir que la persona domine un conjunto de habilidades y competencias que le faciliten el afrontamiento de los problemas laborales. Entre ellas se encuentran el entrenamiento asertivo, el entrenamiento en habilidades sociales, las técnicas de solución de problemas y las técnicas de autocontrol.



Otros autores han destacado como medida general para prevenir el burnout el evitar una excesiva ingerencia en el trabajo y con los usuarios hacia los que se dirigen sus servicios. En esta línea, se ha recomendado tomar pequeños descansos durante el trabajo, aumentar las actividades reforzantes y buscar opciones de carácter positivo, como disfrutar de las actividades preferidas en los ratos de ocio.



También se ha señalado que algunos recursos como el dinero, el tener acceso a la información, a los servicios sociales y a los programas de entrenamiento, van a facilitar el manejo y la resolución de una situación laboral estresante.



Peiró opina que una dieta equilibrada, no fumar ni beber en exceso y no consumir excitantes ni fármacos psicoactivos son factores que mejoran el estado de salud y el sistema inmunológico, al mismo tiempo que modulan la respuesta de estrés laboral. De la misma manera, propone que el ejercicio físico aumenta la resistencia ante los efectos de dicho estrés.



Técnicas cognitivas
El abordaje cognitivo busca mejorar la percepción, la interpretación y la evaluación de los problemas laborales y de los recursos personales que realiza el individuo. Entre las técnicas cognitivas más empleadas destacan la desensibilización sistemática, la detención del pensamiento, la inoculación de estrés, la reestructuración cognitiva, el control de pensamientos irracionales, la eliminación de actitudes disfuncionales y la terapia racional emotiva.



Calvete y Villa investigaron la influencia de las creencias irracionales en los síntomas de estrés y burnout en una muestra de profesores de enseñanza secundaria. Los resultados revelaron que la asociación entre las creencias irracionales y los síntomas de estrés y de burnout es estadísticamente significativa.



Una investigación llevada a cabo por Rubio con orientadores de institutos de enseñanza secundaria demostró que existen relaciones significativas entre las actitudes disfuncionales y el burnout. En este trabajo hemos constatado que los docentes más afectados por los máximos niveles presentan más actitudes disfuncionales, manifiestan una desajustada necesidad de aprobación de los demás, miedo al fracaso y afán de perfeccionamiento. A partir de estos resultados, hemos propuesto que es indispensable entrenar al sujeto para que identifique el papel que juegan sus propias actitudes en el origen y persistencia de su estrés laboral.



Al revisar los factores causales del burnout, encontramos que el más citado es la escasa formación recibida en técnicas de autocontrol y en manejo del estrés.



Estrategias de intervención social
Con ellas se busca romper el aislamiento y mejorar los procesos de socialización al potenciar el apoyo social a través de políticas de trabajo cooperativo. Se ha demostrado que el apoyo social amortigua los efectos perniciosos de las fuentes de estrés laboral e incrementa la capacidad del individuo para afrontarlas. Sandín afirma que el apoyo social actúa sobre la salud de forma directa. Asegura que disfrutar de una óptima red de apoyo facilita las experiencias individuales de autoestima, afecto positivo y sensación de control, que protegen al individuo de posibles trastornos y que posiblemente mejoren el sistema inmunológico.



Adler y Matthews han comprobado que el apoyo social se relaciona significativamente con la salud física y psicológica. Señalan que favorece la salud, porque se relaciona negativamente con el comienzo de las enfermedades, o bien porque facilita la recuperación de los pacientes con algún tipo de trastorno.



Se ha propuesto como estrategia útil la creación de dinámicas potentes de apoyo social con el aumento de las reuniones de grupos profesionales para romper el aislamiento laboral. En este sentido, Esteve  sugiere actuar prioritariamente respecto al apoyo social que el profesor recibe. Para García el trabajo en equipo y los equipos multidisciplinares contribuyen a disipar las actitudes negativas y a mejorar la comprensión de los problemas.



Estrategias de intervención organizacional
Estamos convencidos de que las acciones específicas de los programas de intervención organizacional se han de dirigir a la modificación de los aspectos disfuncionales en la estructura de la organización, la comunicación, la formación de los profesionales, los procesos de toma de decisiones, el ambiente físico, los turnos, el reparto de tareas, etc. Parkes afirma de manera categórica que es ingenuo e incluso éticamente discutible el someter a los trabajadores a programas de entrenamiento contra el estrés mientras persistan en la empresa las exigencias excesivas o las condiciones de trabajo inapropiadas.

En los profesionales docentes, aumentar la competencia profesional mediante la formación inicial y continua es una estrategia organizacional recomendada habitualmente para la prevención y el tratamiento del estrés laboral y del burnout. Oliver propone que los planes de formación del profesorado se fundamenten en una información realista que incluya tanto los aspectos relacionados con las tareas y funciones que deberán desempeñar los docentes, como lo relativo a sus derechos y obligaciones. Asimismo, deberá incluir orientación referente a la problemática a la que usualmente se verán sometidos e información sobre el síndrome de burnout, su génesis y desarrollo, y las estrategias para su manejo y control.



Más recientemente, Fernández-Garrido ha puesto de manifiesto que mediante planes de carrera adecuadamente concebidos se reduce el efecto de las fuentes de estrés laboral, además de que dichos planes constituyen un importante factor motivacional. Del mismo modo, las organizaciones han de prestar atención especial a los aspectos relacionados con el tiempo (turnos, tipo de jornada laboral, plazos de realización, etc.). Es recomendable disponer no sólo de diversas estrategias para reducir los tiempos de exposición al estrés, como la elección de los turnos de trabajo y los horarios flexibles, sino de una adecuada planificación que evite la percepción de urgencia en el trabajo. GilMonte y Peiró, en cambio, han sugerido como estrategias preventivas la implementación de sistemas de evaluación y retroinformación adecuados.



Aumentar la participación de los trabajadores en la toma de decisiones, darles formación sobre conocimientos y destrezas para el desempeño eficaz de tareas, formarlos para la toma de decisiones, el trabajo en grupo y el desarrollo de habilidades interpersonales, son otras estrategias organizacionales. Resultan especialmente beneficiosos los estilos de dirección participativos, pues aumentan el control sobre el propio trabajo y protegen de los efectos del estrés.



Finalmente, la aparición de conflictos en el ámbito laboral es algo lamentablemente habitual, lo que requiere tanto de la elaboración de planes de actuación que ayuden a reducir dicha aparición como de la creación de procedimientos de arbitraje y de mediación de conflictos.





Extraído de
Eloísa Guerrero Barona, 
Departamento de Psicología y Sociología de la Educación. Facultad de Educación. Universidad de Extremadura
Jesús Carlos Rubio Jiménez
Instituto de Enseñanza Secundaria San Pedro de Alcántara.
Salud Mental, Vol. 28, No. 5, octubre 2005

martes, 23 de octubre de 2012

El “Burnout” en los docentes




¿Qué efectos genera el Burnout”? ¿Cuáles son las enfermedades asociadas? ¿Qué síntomas produce? ¿Cuáles son las etapas que transita? ¿Cómo podemos entender el síndrome? ¿Cuáles son sus fuentes más relevantes?



En las últimas décadas, se ha desarrollado un gran interés por el estudio del estrés y los factores psicosociales relacionados con el trabajo y la repercusión de éstos sobre la salud de los trabajadores. Sobre el punto, debemos señalar que el interés por la productividad y la eficiencia, no siempre han sido acompañados de condiciones laborales dignas y adecuadas, recursos suficientes para llevarlo a cabo y un diseño de tareas y puestos que tengan en cuenta las características de las personas, sus necesidades, habilidades e intereses. La falta de atención a estos aspectos pueden generar consecuencias sobre las personas (estrés, insatisfacción), o sobre la empresa (ausentismo, conflictividad, disminución de la calidad del trabajo y la productividad, etc.).



Dentro de las enfermedades asociadas al estrés laboral, el síndrome de "Burnout", también llamado "síndrome de estar quemado", "síndrome de la quemazón", "síndrome del estrés laboral asistencial" o "síndrome del desgaste profesional", es cada vez más conocido y lamentablemente más extendido, y suele afectar principalmente a personas cuyas tareas laborales tienen un componente central de ayuda a los demás y de gran intervención social como los médicos, enfermeros, odontólogos y demás profesionales de la salud, así como a docentes, trabajadores sociales, deportistas, policías, entre otros.



El síndrome del "Burnout", puede considerarse como el mal del fin de siglo, al punto que se calcula que alrededor de dos tercios de todas las enfermedades están relacionadas con el estrés laboral, y aunque no se trata de una relación de causa-efecto, el estrés laboral es un factor importante que interacciona con otras variables biológicas, psicológicas y sociales, dando lugar a numerosas enfermedades físicas y mentales. Inclusive, existen referencias que nos informan que el estrés laboral es un problema grave que está vinculado con el origen del 50% de las bajas laborales en la Unión Europea.



El síndrome del "Burnout", mal invisible que afecta y repercute en la calidad de vida, es considerado como la fase avanzada del estrés profesional y se produce cuando se desequilibran las expectativas en el ámbito profesional y la realidad del trabajo diario, produciéndose desmotivación, desinterés, malestar interno e insatisfacción laboral en el sujeto que lo padece, el cual infiere "tensión" al interactuar y al tratar reiteradamente con otras personas.



A diferencia de un estrés puro, el "Burnout" siempre está asociado a sentimientos de desvalorización y fracaso,  se manifiesta bajo unos síntomas específicos, siendo los más habituales:



A.   Psicosomáticos: Cansancio, fatiga crónica, frecuentes dolores de cabeza, malestar general, problemas de sueño, contracturas y algias óseo musculares, ulceras y otros desórdenes gastrointestinales, perdida de peso, taquicardia, hipertensi6n, etc.



B.   Conductuales: Mala comunicación, ausentismo laboral, abuso de drogas (café, tabaco, alcohol, fármacos, etc.), incapacidad para vivir de forma relajada, superficialidad en el contacto con los demás, aumento de conductas violentas, trastornos en más o en menos del apetito y la ingesta, distanciamiento afectivo de los clientes y compañeros.



C.   Emocionales: Distanciamiento afectivo como forma de protección del yo, aburrimiento y actitud cínica, impaciencia e irritabilidad, sentimiento de omnipotencia, desorientación, incapacidad de concentración, disminución de la memoria inmediata, baja tolerancia a la frustración, sentimientos depresivos, sentimientos de vació, agotamiento, fracaso, impotencia, baja autoestima y pobre realización personal.



D.   Laborales: Detrimento en la capacidad de trabajo, detrimento en la calidad de los servicios que se presta a los clientes, aumento de interacciones hostiles, comunicaciones deficientes, frecuentes conflictos interpersonales en el ámbito del trabajo y dentro de la propia familia.



Las evidencias que afectan al individuo en el inicio de la aparición de la enfermedad, se reconocen en varias etapas y son:

1.    Exceso de trabajo.
2.    Sobreesfuerzo que lleva a estados de ansiedad y fatiga.
3.    Desmoralización y pérdida de la ilusión.
4.    Pérdida de vocación, decepción de los valores hacia los superiores.

 
Herbert J. Freudenberger, psicoanalista alemán residente en Norteamérica y que trabajaba en una clínica neoyorquina, fue el que introdujo, desde una perspectiva clínica, el termino "Burnout" en la literatura científica para hacer referencia a un conjunto de manifestaciones anómalas características de las personas que trabajan en profesiones de ayuda a los demás. Definió el síndrome como "un conjunto de síntomas médico-biológicos y psicosociales inespecíficos, que se desarrollan en la actividad laboral, como resultado de una demanda excesiva de energía".



Para él, se trata de "una sensación de fracaso y una experiencia agotada que resulta de una sobrecarga por exigencias de energía, recursos personales o fuerza espiritual del trabajador". Como podemos apreciar, la definición que nos brinda se refiere a un estado emocional que se encuentra al final de un proceso. Para dicho autor, este proceso que acaba en el "Burnout" se debe a una elevada implicaci6n del trabajador en su profesión, la "adicción al trabajo".



En concreto, se refirió a los profesionales denominados de "ayuda" cuya actividad va dirigida a otras personas, con las que mantienen fuerte y sostenido contacto directo. Sus primeras observaciones fueron los efectos que en poco mas o menos de un año sufrían muchos de los voluntarios: Una progresiva pérdida de energía que llevaba al agotamiento, ansiedad inespecífica y, en algunos casos, cuadros de tipo depresivo, en un marco de pérdida de la motivación e interés con que abordaron su trabajo, e incluso manifestando intolerancia, resentimiento y agresividad con los pacientes.



A partir de esa fecha, el síndrome del "Burnout" ha generado infinidad de trabajos, especialmente en el ámbito organizacional. Casas & Hilari, informa que algunos artículos realizados en 1990 citan más de 2500 referencias sobre "Burnout" entre sus primeros estudios, en 1974 y 1989. Ello se debe a la importancia que merece el tema para el mundo empresarial, donde los costes debido al "burnout" pueden suponerse elevados, a pesar de poseer escasos estudios que evalúen concienzudamente las repercusiones del síndrome en las organizaciones.



Por otra parte, se han desarrollado diversos intentos para alcanzar una delimitación te6rica del constructo (concepto, expresividad, factores implicados en su desarrollo, etc). Algunos autores explican el síndrome como consecuencia del fallo en las estrategias de afrontamiento al estrés laboral. En tal sentido, Edelwich y Brodsky, sostienen que el síndrome de desgaste profesional sería: "como una pérdida progresiva del idealismo, energía y motivos vividos por la gente en las profesiones de ayuda, como resultado de las condiciones de trabajo".



Estos mismos autores proponen cuatro fases por las que supuestamente pasaría una persona en un proceso de desgaste profesional: entusiasmo; estancamiento; frustración y apatía.



Otras propuestas, por aclarar el concepto, intentan una clasificación del síndrome en dos categorías diferenciadas: "el Burnout activo", que se demuestra por una manifestación del desgaste a través de conductas asertivas, con muestras de irritabilidad y hostilidad; y el "Burnout pasivo", que viene caracterizado por las conductas de retirada y la apatía. A estas alturas debemos tener presente, según Guerrero Barona, que el "Burnout", es un término anglosajón cuya traducción mas próxima y coloquial es "estar quemado", desgastado, exhausto y perder la ilusión por el trabajo.



En virtud a lo mencionado anteriormente, la aproximación más fructífera ha sido la realizada por Maslach y Jackson, quienes desde una perspectiva psicosocial subrayan la dimensión emocional del "burnout" como forma de respuesta al estrés. En este sentido, el "burnout" es concebido como una respuesta inadecuada ante el estrés, cuya expresión fundamental consiste en un síndrome tridimensional que tiene tres dimensiones características: Un agotamiento físico y/o psicológico, una actitud fría y despersonalizada en el trato con los demás, y un sentimiento de inadecuación ante las tareas que se deben realizar.



Debemos recordar que el término "estrés" proviene de la física y la arquitectura, y se refiere a la fuerza que se aplica a un objeto, que puede deformarlo o romperlo.



En la psicología, el estrés suele hacer referencia a situaciones que implican demandas fuertes para el individuo y que pueden agotar sus recursos de afrontamiento. El término fue importado para la psicología por el fisiólogo canadiense Selye, y desde allí ha sido entendido como: Respuesta-estímulo-interacción. En la actualidad, este último se acepta como el más completo.



El concepto de estrés guarda relación entonces con un desequilibrio entre las demandas del ambiente (extresores externos o internos), y los recursos disponibles del sujeto.



Todo sujeto hace constantes esfuerzos cognitivos y conductuales para manejar adecuadamente las situaciones que se le presentan, por eso no todo el estrés tiene consecuencias negativas; en todo caso, éstas se producen cuando la situación desborda la capacidad de control del sujeto. Este resultado se denomina distrés, a diferencia del estrés positivo o eutrés, que puede ser un buen dinamizador de la actividad laboral.



Volviendo a la temática del "burnout", a partir de la aproximación realizada por Maslach y Jackson; se han desarrollado colaboraciones, en las que se destaca el carácter episódico de un fenómeno descrito a través de fases, aun cuando dichas aportaciones discrepan tanto en la relevancia de unos aspectos sobre otros como en la secuencialidad de la experiencia del "Burnout".



Para Cherniss, el "burnout" puede ser entendido como una forma de afrontar el éstos, destacando tal vez como aspecto más sugestivo de su teoría, la combinación entre características del entorno laboral y variables personales del trabajador (expectativas, actitudes, etc.), cuya interacción puede generar una sobrecarga capaz de desarrollar respuestas constitutivas de "burnout" como una forma de adaptación defensiva.



A partir de la propuesta anteriormente mencionada, las características personales de quienes desarrollan profesiones orientadas hacia la ayuda a los demás, pueden explicar en buena medida su mayor predisposición a terminar "quemados",  habida cuenta de su carácter vocacional unido a una actitud demasiado exigente respecto a la realización de la propia tarea en la cual puede darse una excesiva implicación emocional.



El "Burnout", sin embargo, no es patrimonio exclusivo de educadores, trabajadores sociales o profesionales de la salud, sino que por el contrario puede ser descrito en todas aquellas "personas que trabajan con personas".



Algunas profesiones por sus características y el contexto en que se ejercen, tienen más riesgo de ser estresantes. La enseñanza es una de ellas, lo cual ha dado lugar a numerosos estudios sobre los factores implicados y las vías de intervención, que han identificado las fuentes del estrés más relevantes de los profesores:

(1)   Actitudes negativas por parte de los alumnos.

(2)   Problemas de disciplina en el aula.

(3)   Malas condiciones de trabajo (número excesivo de alumnos en las aulas y falta de equipo adecuado).

(4)   Presiones temporales y sobrecarga de trabajo.

(5)   Conflictos entre los profesores.

(6)   Cambios rápidos en las demandas de currículo y organización.



Cuando la multitud de estresores encontrados en la situación de enseñanza continua sin esperanza de solución, el patrón de reacciones descritas como "Burnout", daña seriamente la habilidad del profesor para ejecutar su trabajo. Los sentimientos del docente se vuelven negativos, se desarrolla una actitud de cinismo, se pierde la implicación con los alumnos, aumentan las enfermedades físicas y mentales y el absentismo y, en ocasiones el consumo de drogas y el alcohol.



A todo lo anteriormente señalado, se pueden agregar trastornos depresivos, ansiedad, irritabilidad, descenso en la autoestima, sentimientos de indefensión, obesidad, consumo de tabaco, insomnio (consecuencias psicológicas) e hipertensión, úlceras, asma, trastornos coronarios (consecuencias psicofisiológicas).



Queda claro entonces que una de las actividades de mayor compromiso profesional en lo que se refiere a apoyar y ayudar a las personas es la docencia. Sobre el punto, la docencia experimenta presiones constantes de la sociedad para intentar corregir problemas sociales de toda índole, por ejemplo, las drogas, el alcohol, el abuso sexual, entre otros. Inclusive, algunos profesionales abandonan la docencia, "quemados" o "hastiados" por la labor diaria para incorporarse en otras actividades laborales.



En virtud a todo lo señalado, creemos que es de suma urgencia estudiar dicha problemática en los docentes universitarios de nuestro país, toda vez que en su ejercicio profesional los profesores están orientados permanentemente al trato directo con las personas, desarrollando un alto grado de compromiso emocional, que puede en un momento determinado provocar el denominado estrés laboral.





Extraído de
El Síndrome Del "Quemado" por Estrés Laboral Asistencial en Grupos de Docentes Universitarios
Carlos Ramón Ponce Díaz; Mario Santiago Bulnes Bedón; Jaime Ramiro Aliaga Tovar;
María Clotilde Atalaya Pisco; Rosa Elena Huertas Rosales
REVISTA DE INVESTIGACIÓN  EN PSICOLOGÍA - VOL. 8,  N.º  2