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miércoles, 20 de julio de 2011

EL TIEMPO, LA HISTORIA Y SUS PROBLEMAS (Primera Nota)






Las autoras revisan las concepciones de la historia sobre las que se basa la enseñanza, y rescatan la integración significativa de elementos tradicionales, como las cronologías, dentro del marco interpretativo



Las preguntas por el tiempo en general y por el tiempo histórico en particular  son  de las más difíciles de responder. Pero al mismo tiempo resultan ineludibles. Es muy frecuente entre los docentes, investigadores e incluso en la bibliografía, escuchar o leer que uno de los principales problemas de los alumnos en el segundo ciclo de la EGB, que persiste en el tercero y aún en etapas más avanzadas es la dificultad para ubicarse en el tiempo y comprender las nociones temporales necesarias para el análisis de los procesos históricos.
El tiempo histórico es una noción sumamente compleja y, además, cambiante ella misma. La idea de tiempo histórico cambia  y sus cambios están frecuentemente relacionados con las diferentes concepciones de la historia. Aquí es interesante tener en cuenta que  tanto los hechos históricos como su temporalidad son construcciones hechas por los historiadores y que estos mismos pueden ser reinterpretados por otros historiadores, de manera que no es posible fijar de una vez y para siempre la naturaleza y temporalidad del hecho histórico.
En esta línea, podemos hablar de una concepción que supone un tiempo cíclico, o de  otras, en las cuales el tiempo es global y único, una suerte de recorrido temporal para llegar al presente.
Pero existen dos concepciones de la historia y del tiempo histórico en las cuales es conveniente detenerse, en virtud de la fuerte presencia que tienen en la enseñanza y el aprendizaje de la historia. Son las que aquí llamaremos tradicional e interpretativa, respectivamente. Sabemos que cualquier intento por nominar concepciones, tradiciones o líneas de pensamiento es sumamente complejo y está sujeto a simplificaciones y generalizaciones que siempre son problemáticas. Aún así, hemos decidido correr ese riesgo para poder contraponer dos formas de concebir el tiempo histórico. Naturalmente este problema es de naturaleza epistemológica e historiográfica antes que didáctico, pero no deja de tener sus consecuencias en ese ámbito.
"En la concepción tradicional, el tiempo es lineal, homogéneo e irreversible. La historia tradicional identifica el tiempo histórico con la cronología, porque considera que la cronología es el marco “natural” en el que se sitúan los acontecimientos históricos."
En un tiempo lineal, la repetición es impensable. Solo los acontecimientos únicos, singulares e irrepetibles constituyen hechos históricos.
Por el contrario, en el marco de una concepción interpretativa, son los procesos  que se estudian los que imponen una topología del tiempo histórico. No existe una topología preestablecida, independiente del objeto de estudio  Se pierde  la “comodidad” que supone un tiempo único y lineal. La concepción interpretativa nos obliga a considerar una multiplicidad de tiempos sociales. A este fin, se construyen distintos conceptos para establecer una diversidad de tiempos en el marco de una determinada sociedad histórica  La cronología de la historia tradicional se desvanece. Surge una nueva cronología en la que se pueden inscribir fenómenos simultáneos pero de duraciones diferentes, junto con los hechos puntuales.
Hace ya varias décadas, el historiador francés Fernand Braudel, ponía de relieve que el problema de las múltiples temporalidades es un problema central de la disciplina histórica. Sus estudios contribuyeron a consolidar la idea de que existen ritmos de transformación distintos dentro del mundo de lo social. Braudel hablaba de diferentes duraciones.  Una “larga duración” que corresponde a aquellas estructuras que cambian muy lentamente, pudiendo mantenerse durante cientos y cientos de años.  Los fenómenos de la larga duración, se inscriben así casi por fuera de la historia y del tiempo. Ciertos elementos de la geografía y el medio, o las mentalidades, o concepciones espirituales se sitúan en esta duración.
Sobre este tiempo de cambios muy lentos, se sitúan los fenómenos de "mediana duración", cuyo desarrollo puede medirse en décadas. Muchos procesos económicos, sociales y hasta culturales pueden incluirse aquí. Por ejemplo, hacia mediados del siglo XIX el país tenía baja densidad de población, en general criolla; tres décadas después la estructura social de la Argentina había cambiado completamente como consecuencia del aluvión de migrantes extranjeros que llegaron al país.  Otro ejemplo podrían ser las transformaciones que en el ámbito cultural produjo la expansión del rock en la Argentina en las décadas de 1960 y 1970, ligado a la recepción de modas culturales de otras latitudes, a la difusión de cierto tipo de protesta contra el sistema y al mayor protagonismo de la juventud en el mundo de la segunda posguerra.
Finalmente el tiempo breve, el del acontecimiento, en general explicable sólo a través del análisis de las temporalidades más profundas reseñadas antes. Los fenómenos de corta duración, los acontecimientos, en general dejan poco rastro en la historia y son rápidamente olvidados, pero algunos se convierten en momentos de clivaje, inaugurando transformaciones decisivas, aunque sus contemporáneos no puedan apreciar este matiz. Por ejemplo la sanción de la ley Sáenz Peña en 1912, impuso en la Argentina el voto secreto y obligatorio,  o la inclusión del voto femenino durante la primera presidencia de J. D. Perón marcó un hito en la ampliación de la participación de la mujer en la esfera pública. 
Desde hace mucho tiempo estamos acostumbrados a considerar ciertos hechos puntuales como hechos históricos: la Revolución de Mayo, la caída de la ciudad de Constantinopla en poder del imperio turco, la invención de la imprenta, el “Descubrimiento de América”. 
En una historia interpretativa, estos hechos no desaparecen, pero cambia radicalmente su concepción. La Revolución de Mayo pasa a ser un caso dentro de las llamadas revoluciones hispanoamericanas o más aún, de las revoluciones liberales. La caída de Constantinopla deja de ser una derrota de la cristiandad, un “paso atrás” en el camino del progreso o una demora en el viaje hacia el presente para constituirse en un acontecimiento que marca el debilitamiento del Impero Romano, el poder de las fuerzas centrífugas desatadas, el comienzo de una etapa en la que podemos identificar importante cambios y al mismo tiempo reconocer innegables permanencias (la base predominantemente agrícola de las sociedades, la desigualdad y las jerarquías al interior de las distintas sociedades, entre otras).
"En la concepción tradicional, el tiempo es lineal, homogéneo e irreversible. La historia tradicional identifica el tiempo histórico con la cronología, porque considera que la cronología es el marco “natural” en el que se sitúan los acontecimientos históricos."


"La observación de imágenes de un mismo escenario en diferentes momentos permite apreciar los cambios y permanencias."
Del mismo modo, el tan discutido Descubrimiento de América deviene un momento clave en un proceso de mayor alcance que es la expansión europea, que a su vez responde a una multiplicidad de causas, como el crecimiento demográfico en Europa, los problemas que el avance del Imperio Otomano introduce para el comercio y el transporte, pero también el avance científico y tecnológico que es parte de un proceso de cambio cultural más amplio.  Un hecho puntual,  como es la invención de la imprenta, en una historia interpretativa deja de ser un hecho aislado, se inscribe dentro de una serie de micro invenciones y mejoras de técnicas ya existentes. Pero además tiene un cierto valor en la medida en que ese invento es adoptado socialmente, se difunde y su uso tiene efectos considerables dentro de las sociedades en estudio. Así, la imprenta merecerá interés por su impacto en la reducción del analfabetismo, en la difusión de las ideas, los cambios en las prácticas de la lectura, etc.



Mariana Lewkowicz

Martha Rodriguez 


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